El vino

El vino

El vino en La Palma cuenta con una larga historia. Ya desde antaño formó parte de un fructífero comercio basado en su exportación a Europa. Como consecuencia, los vinos palmeros fueron citados por escritores de la talla de Shakespeare o Sir Walter Scott, que no dudaron en denominarlos como “néctar de los dioses”.

Esta larga historia se ha visto coronada con la fundación del Consejo Regulador de la Denominación de Origen La Palma, que vela por la calidad de los vinos locales. Dada la especial topografía de la isla, los viñedos se encuentran, principalmente, en laderas con pendientes pronunciadas, entre los 200 y 1400 metros de altitud, en las que se han construido paredes de piedra seca. En algunos casos, la vid es de conducción rastrera, aunque también es frecuente encontrarla en parras, es decir, enramada en lo alto. La producción vitivinícola de La Palma se articula en tres subzonas: Hoyo de Mazo, Fuencaliente y zona norte. Entre la veintena de varietales usados destacaremos algunos como el almuñeco, el negramol, el listán, el sabro, el gual, el bujariego y por supuesto el malvasía.

En la isla se elaboran vinos tinos, rosados, blancos y dulces, así como vinos de tea, cuyo nombre viene de su almacenamiento en barricas (pipas) de madera de tea, que se extrae del pino canario. El Consejo Regulador de la Denominación de Origen La Palma, como ya señalamos, vela por el control y garantía de los caldos elaborados con uva palmera. Asimismo, se asegura de que hayan sido elaborados, criados y embotellados en La Palma.

Mención especial merece el vino de malvasía, cuyas primeras referencias nos sitúan en el siglo XV y cuya exportación fue, durante muchos siglos, una de las principales fuentes de ingresos de la isla. Se trata devinos naturalmente dulces. Esto quiere decir que proceden de uvas con una gran concentración de azúcares naturales. En el caso del malvasía dulce de La Palma la graduación alcohólica adquirida mínima debe ser del 13% del volumen, aunque puede llegar en algunos casos hasta el 22%. Se trata de vinos elaborados de forma natural, sin adición de levaduras foráneas, alcohol etílico o mostos concentrados. Presentan una tonalidad ámbar y brillante, y tienen un aroma muy marcado y un suave dulzor.

Estos vinos se elaboran a base de uvas negramol y albillo y envejecen en barricas de tea. Se trata de una madera obtenida del pino canario y que les transmite ese característico sabor a resina. Son vinos de color rojo cereza-teja, de aromas frutales y con una graduación alcohólica de entre 11º y 13º.